Las piedras hablan

 
        "Luego se sintió mejor. De pronto vio la belleza sobrecogedora del mundo; cómo caían las estrellas cruzando lentamente el cielo, la noche, las hogueras lejanas que  --a lo mejor--  no existían en realidad;  la gente buena que las rodeaba; y sintió la fuerza cansada y tranquila de la tierra.
Pensaba que a pesar de todo era una mujer, que tenía corazón, que tenía alma y que aquel que pudiera comprenderla sería feliz"

                                                                                               Yuri Kazakov



Reguera-Horcajuelo

       Qué entrañable esa fuerza cansada de la tierra. Qué sensación llegar a intuir cómo nos contempla desde su profundidad con una calma infinita, soportando relajada todo el daño que cada día le hacemos. Verla así de silenciosa, sin rencores, concediéndonos la oportunidad de que lleguemos a aprender por nosotros mismos en ese camino de agresiones cotidianas que escogimos. Dándonos tiempo.

     
        El hombre podrá quemar bosques enteros, podrá dinamitar el subsuelo, podrá matar día tras día animales sin ser consciente de lo que está haciendo ni del poder que malversa: la tierra aguantará con tristeza la agresión y al día siguiente, con fuerzas deterioradas, nos ofrecerá otra vez sus nuevos bosques, sus nuevas rocas, sus nuevos animales... y esperará. Esperará a que la mano del hombre se detenga un día, pensativa, sobre el cuerpo del asustado conejo que nos mira a los ojos. Esperará a que los pies pisoteen apresurados la mecha prendida y miren lo que tienen bajo las plantas.
    
        Qué abrumadora paciencia.
    
        Sólo de vez en cuando la tierra lanza suspiros desgarrados, vibran sus viejas grietas y quizá una de ellas derrumba ciudades enteras.
     

(Un breve fragmento de la revista Integral, escrito por Josan)

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